lunes, 28 de enero de 2013

En defensa de mi lengua

    Esta mañana, sin ir más lejos, acaeció que pasó ante mis ojos un anuncio de esos de seguros de coches, que andan todos medio locos para que suscribas tu póliza con ellos, cuando va la chica (la aguda) y le dice al chico (el torpe indeciso): "...yo de ti, me cambiaba..." Y ahí tenemos ya el disparate masificado, extendido, epidémico... 
    Por razón de mi profesión,  tuve ante mí alumnos de hasta dieciséis años. Corrían los tiempos del sistema educativo en que la primera etapa obligatoria recibía el muy acertado nombre de E.G.B. (Educación General Básica). El sistema, que fue degollado por el PSOE en cuanto llegó al poder, sólo por razones puramente políticas e ideológicas, que no pedagógicas, era bastante mejor que el actual, especialmente en los contenidos de lengua española, pues los libros de texto empleados en la mayoría de los colegios estaban escritos por el egregio académico D. Fernando Lázaro Carreter, de tan excelsa memoria, maestro y mentor de todos aquellos que luchamos por la claridad y precisión de nuestra lengua. Pues ya en aquella época en que los niños (perdónenme los políticamente correctos que no diga eso tan manido de "los niños y las niñas") alcanzaban en todos los aspectos niveles más altos que los de ahora, decía yo: "Dios mío, la que nos espera el día en que éstos lleguen a puestos de poder y responsabilidad" Pues bien, ya los tenemos ahí, ocupando puestos de poder y responsabilidad y cometiendo disparates lingüísticos como el del asunto de hoy. 
    Yo de ti es una expresión absolutamente incorrecta. Y no me habría tomado la molestia de comentarlo si lo hubiera oído (que no escuchado) de un corrillo de domésticas matronas, pero una campaña publicitaria, emitida a todas horas, crea un peligroso ejemplo que puede inducir a los menos letrados a pensar que es la expresión correcta. Señores publicistas, lo correcto es decir yo que tú. Y para repasar los textos, contraten ustedes a señores sesudos con su experiencia a cuestas, y no a pollos hormonados que saben de su lengua lo que han aprendido en el patio del colegio (porque a los sufridos y esforzados maestros no les hacen ni caso. Salvo honrosas excepciones, que siempre las hay) y en anuncios como los suyos. De nada.

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