sábado, 30 de agosto de 2014

En defensa de mi lengua

Hace ya mucho tiempo escribí una entrada en este mismo blog sobre el uso no reflexivo del verbo entrenar. Dije, con muy buen criterio, que uno a sí mismo no entrena, sino que se entrena. Sigue siendo habitual oír a periodistas deportivos así como a deportistas tanto profesionales como aficionados expresiones de estos quilates:
- ¿Vas a entrenar mañana con tu equipo?
- Sí, claro, me han dicho los médicos que me han visto que ya puedo entrenar perfectamente.
Han perdido de vista estos nuevos Cervantes, que el verbo entrenar es transitivo, por lo que siempre debemos decir a quién entrenamos. 

El monitor de un equipo infantil entrena a un equipo de niños. Pero si es el monitor el que decide una sesión de entramiento para sí mismo, entonces debemos decir que se entrena.

El mismo dislate lo aplican al verbo calentar. Este verbo, al igual que entrenar, es transitivo por lo que siempre debemos decir qué cosa o a quién calentamos. Ya intuyo alguna sonrisa malévola con lo que acabo de decir, porque más sabe el diablo por viejo que por diablo, pero ciñámonos al sentido más corriente de calentar que es el de aplicar calor sobre algo o alguien o bien conseguir que algo suba la temperatura. Por lo tanto si yo utilizo el verbo calentar, a continuación debo decir qué o a quién voy a calentar. Si yo decido iniciar una sesión de ejercicio físico, debo preparar antes mis músculos para tal esfuerzo. Es a esta preparación a la que corrientemente se la llama calentamiento. Así pues, debo decir que voy a calentar mis músculos, o que los jugadores del equipo ya se están calentando los músculos.Pero nunca que voy a calentar o que los jugadores ya están calentando.

Ignoro de dónde ha surgido la costrumbre, la mala costumbre, de evitar el pronombre se cuando de la forma reflexiva de un verbo transitivo se trata, pero sin duda ha sido de gentes que conocen su lengua de la escuela primaria nada más y además con unas dosis de esnobismo que los pierden.

Pero ya estamos empezando a rizar el rizo ¿pues no oí el otro día decir a un deportista que el entreno había salido bien?

El muy majadero ha combinado estreno y entrenamiento y le ha salido el híbrido entreno.

Entreno: primera persona del singular del presente de indicativo del verbo entrenar. Punto. La acción y el efecto de entrenar es entrenamiento y no entreno por muchas vueltas que le demos.

Pero hete aquí que ya está prendiendo el nuevo disparate y a no tardar mucho oiremos perlas de semejante oriente: - En el entreno de hoy he entrenado hasta agotarme.
¡Señor! ¡Qué cruz!

miércoles, 6 de agosto de 2014

En defensa de mi lengua

Como ya sabrán los habituales lectores de este blog, mi cruzada imposible va principalmente contra el mal uso que los periodistas hacen habitualmente de su propia lengua. Alguien podrá argüir que los periodistas extranjeros también caen en el mismo vicio, especialmente los franceses y no digamos los italianos que, sin duda, se llevan la palma. A este argumento, del que no tengo nada que decir porque es cierto, tengo que replicar que francamente, queridos, me importa un bledo. A mí lo que me preocupa es el desastre en que los periodistas españoles están convirtiendo nuestra lengua, y más que nada, porque con su ejemplo, entorpecen y confunden el aprendizaje de los más pequeños.

Hace un rato estaba yo oyendo casualmente la radio -ojo, he dicho oyendo y no escuchando- cuando va el locutor de turno, al que debo suponerle estudios de periodismo, y espeta por el éter: "vamos a ver qué quieren ser los niños de mayor". El bofetón que sentí en los oídos fue tal, que horas después todavía recuerdo la frase.

Lo malo es que no es infrecuente el gazapo. Otro adjetivo que parece haber perdido su número plural en la lengua de los modernos periodistas hispanos es "feliz". Es fácil leer u oír frases del estilo de "...los hombres no necesitamos tantas cosas para ser feliz".

Tanto "mayor" como "feliz" son adjetivos y esta categoría gramatical presenta variación de número y de género aunque en estos dos ejemplos, precisamente, de género, no. Esto exige una concordancia con el nombre al que acompañan, de tal suerte que, si este sustantivo está en plural, el adjetivo debe ir en plural. Por ello, la frase del locutor debió ser: "vamos a ver qué quieren ser los niños de mayores" o "vamos que quieren ser los niños cuando sean mayores".

Todos estos dislates son índice de un hecho que, al menos a mí, me resulta muy preocupante: el del progresivo deterioro de la precisión lingüística motivado, sin duda, por un retroceso creciente del hábito lector, aún entre aquellos que emplean la lengua como su principal herramienta de trabajo. ¿Tendrán la culpa las nuevas tecnologías? No necesariamente, pero no vendría de más hacer el estudio pertinente.