jueves, 24 de marzo de 2016

Sobre la falta de pudor en el uso de la lengua.

En defensa de mi lengua


De mi más tierna infancia recuerdo una frase que solía decir mi madre (q.e.p.d): "La ignorancia es muy atrevida". Y el tiempo me ha confirmado la veracidad y exactitud de la frase. El atrevimiento puede llevar aneja y, de hecho, en numerosas ocasionas la lleva, una gran falta de pudor, entendiendo en este caso por falta de pudor una total desvergüenza tanto propia como ajena, un no importar, o importar una higa, la opinión que los demás puedan formarse del impúdico. 
Es así que en nuestro país, en España, los planes educativos han ido de mal en peor con el transcurso de los años con resultados penosos fácilmente constatables en el diario devenir . Los atentados a la lengua, las patadas al buen estilo, el desprecio a la buena dicción, son constantes tanto en los medios de comunicación de masas como en los letreros exhibidos con las más diversas intenciones en los establecimiento públicos.
Hablando de letreros en establecimientos comerciales de la más diversa catadura, me ocurrió ayer que, por razones que no vienen al caso, me vi en la tesitura de tener que desayunar fuera de casa. Así pues entré en uno que tenía a tiro de piedra, y pedí para mí uno solo largo y media de tomate. La tostada, debo decir que estaba en su punto de tueste, el tomate muy bien triturado y del aceite ¿qué podría decir de tan bendita sustancia sino que era buenísmo? A esto había que añadir un pequeño recipiente que contenía orégano, cosa poco habitual en establecimientos públicos. 
En resumen, se podría decir que el desayuno satisfizo mis expectativas más optimistas. Estaba paladeando la pitanza, cuando me vino cierta urgencia que me exigió levantarme del asiento y encaminarme al lavabo, llamado también aseo o servicio, y más castizamente, retrete.
Una vez en el susodicho recinto me encuentro con un cartel cuya imagen puede verse a la izquierda en el que podía leerse lo que cualquiera puede ver.
No es necesario ser experto en lingüística para percibir el primer error: falta de concordancia en el número de los verbos. El primero dice "APUNTEN". Nada que objetar en ello. Pero el segundo "ACIERTE" aparece en singular cuando debería decir "ACIERTEN" para concordar con el primero. Por si no fuera suficiente -no es difícil encontrarse hoy en día con errores de este tipo-  en el siguiente párrafo nos encontramos con el determinante "UNNOS" inexistente en español, salvo que le quitemos una "N". Lo que ya bate todas las marcas es ese lacerante "CANPEONES". Era yo muy pequeño, acababa de iniciarme en el bello arte de la escritura, allá por mis seis o siete años, cuando ya tenía muy asimilado aquello de que "antes de P y B se escribe M". Eso no es que me lo enseñaran en el colegio exactamente, que también. Eso me lo enseñó mi madre cuyo curriculo educativo no pasó de la escuela primaria. Estoy hablando de una escuela primaria de los años 20 del siglo pasado. Hoy día, con profesores licenciados, con las tecnologías de la información y la comunicación al alcance de la mano, con las condiciones idóneas para estar perfectamente informado y educado, al menos en la propia lengua, no tenemos la sensatez de pararnos a reflexionar sobre lo que escribimos o decimos y así salen las cosas. Es urgente que las autoridades tomen cartas en el asunto. Es urgente un gran pacto de Estado por la educación. Aunque solo sea para evitar estos desaguisados.