lunes, 2 de noviembre de 2015

sobre este y esta

En defensa de mi lengua

Hay una palabra en nuestra lengua que se presta a dudas respecto a su género gramatical. Me refiero a "área". Por su morfología apunta a género femenino y efectivamente es así. Área es una palabra de género femenino.

No obstante, en numerosas ocasiones vemos que va modificada por los artículos el, un, este y alguno más. Obviamente tiene que haber una razón de peso para caer en tan aparente falta de concordancia.

Tomemos por ejemplo un comienzo típico de un elemental problema de geometría: "Calcula el área de hierba que puede comer una cabra..."

Existe en todas las lenguas un recurso llamado eufonía que consiste en utilizar las palabras de modo que suenen de modo armonioso. Su correlato negativo, es decir, emplearlas de modo que se produzca un efecto desagradable, recibe el nombre de cacofonía. Es por esta razón, la de lograr la eufonía, que se utiliza "el área" y no "la área", expresión que resultaría cacofónica.

Por todo lo anterior es también correcta la expresión "el águila" así como "el agua", aunque tanto "águila" como "agua" sean de género femenino. ¿Dónde radica el "quid" de la cuestión? En que el artículo que antecede al sustantivo sea un monosílabo acabado en vocal o no. En efecto, decimos "el águila" pero si es en plural decimos "las águilas". Si hablamos del agua, lo correcto es decir eso, "el agua" pero si el artículo es demostrativo, decimos "esta agua" porque "esta" es una palabra bisílaba y llana.

Todo esto viene a cuento de que no hace mucho rato, en este mismo espacio de Google he visto la siguiente frase: "Para facilitaros la tarea de estar al tanto de nuestras novedades en este área..." Esta frase procede del departamento de comunicaciones de la compañía. Pero el dislate no es infrecuente en la prensa, en la radio, en la televisión... Los especialistas en el uso de la lengua no acaban de aclararse. Ya lo profeticé cuando vi el rumbo que tomaban las leyes de la mal llamada educación. Lamento profundamente haber acertado.


domingo, 12 de julio de 2015

Sobre lo milenario

En defensa de mi lengua

Son varios los significados que la palabra milenario o milenaria tiene en la lengua española. Hagamos un recorrido por lo que el uso de ésta ha sancionado como más frecuente.
Hablamos del milenario de la lengua castellana como la efemérides que consagra el milésimo cumpleaños de nuestra lengua.

En una de las islas Canarias, Tenerife, por más señas, en la localidad de Icod de los Vinos, se encuentra un árbol de forma muy peculiar, como antediluviana, al que llaman el Drago Milenario, pues se le atribuye gran longevidad, ya que en este caso, milenario significa que tiene, al menos, mil años.
Reciben también este apelativo aquellos que pensaban que el fin del mundo junto con la venida de Cristo ocurriría en el año 1000. Estos mismos pelmas, pero con tecnología añadida, y sin mencionar a Cristo, repitieron sus pronósticos para el 2000. Algunos, amén de milenarios los llaman milenaristas, pero el caso es el mismo.

Son éstos los usos más frecuentes del término en nuestra lengua y atribuirles otros, presta a confusión.
Andaba el otro día yo curioseando por la TV cuando veo que un presentador, para anunciar a un actor invitado, entre las cualidades sin cuento que suelen soltarse en esos momentos, va y espeta: "Él ha provocado carcajadas milenarias"

Yo supongo que no quiso decir que la gente se tirara mil años carcajeándose, lo que me llevó a entender que lo que el fulano quiso decir fue que el actor en cuestión había provocado en la gente miles de carcajadas.

Pues sí, así de sencillo, "miles de carcajadas" ¿Es tan difícil hablar con sencillez? Se me ocurren varias posibilidades de decir lo mismo sin recurrir al confuso "milenarias"

"Él ha provocado miles de carcajadas" como ya he dicho.
"Él ha provocado carcajadas sin cuento"
"Él ha provocado la hilaridad de miles de espectadores"

Podríamos hacer la lista más larga, pero no viene al caso. El caso es que nuestros periodistas parece que han perdido el norte de las buenas formas de la lengua. Confunden lo sencillo con lo ramplón, lo claro con lo vulgar, y así se lanzan a los procelosos mares de los dislates sin límite para mostrar su escaso conocimiento de su pricipal herramienta de trabajo: la lengua común.


lunes, 1 de junio de 2015

Sobre análisis y demás

En defensa de mi lengua


Era yo bien pequeño y ya conocía la existencia de los análisis de sangre. Corriendo el tiempo -el tiempo corre que se las pela- llegué a enterarme de que análisis había de muchas clases, como  por ejemplo, de orina e incluso de heces. También me enteré de que había análisis matemáticos y hasta financieros. No sólo eso, también podían analizarse situaciones, propuestas, etc.

Como verá quien estas líneas lea, estoy hablando de análisis. Luego he llegado a conocer gentes a quienes no les habían prescrito análisis, sino "analís" e incluso "anásilis", ni radiografías, sino "radiójafas" lo que me demostró que nuestro sistema educativo hacía aguas por algún sitio.

Disparatados o no, el caso es que estos dislates se mantienen en un correcto marco gramatical -aunque no léxico- Quiero decir que el "anásilis" es gramaticalmente un sustantivo al igual que el correcto "análisis". Lo mismo que a aquél pobre hombre a quien le habían dicho que tenía un serio problema en la "calumnia vertical" -tenía dolores de espalda. Calumnia es a columna como vertical es a vertebral. Se mantiene la correlación nombre-adjetivo.

Pero con el devenir de los tiempos, a algún galeno "avanzado", tal vez considerando que el vocablo "análisis" era demasiado vulgar -solo cuatro sílabas- dio en decir "analítica" -mucho más científico, no vayamos a comparar, que éste tiene una sílaba más.

Ha tenido tan gran éxito la estupidez, que galenos y profanos ya no hablan de análisis, sino de "analíticas".

"En la analítica que me mandaron, ha salido todo bien"

"- ¿Qué te ha dicho el médico?
 - Me ha mandado una analítica"

"-¿Ha traído usted los resultados de la analítica?
 - Sí doctor, aquí los tengo"

 Hasta es posible que quien esto lea, lo vea como la cosa más natural del mundo. Pero no. ¿Por qué?

Pues por una razón muy sencilla. "Análisis" es un nombre o sustantivo, es la palabra que designa a la cosa. "Analítica", sin embargo, es un adjetivo, es una palabra que designa una cualidad de una cosa -o de una persona, o de un animal.

 Otra cosa sería que a mí me hicieran una "exploración analítica" donde el nombre sería "exploración" y el adjetivo "analítica". Pero hablar diciendo "analítica" cuando queremos decir "análisis" es confundir nombres con adjetivos... y viceversa. Sin más ni más.

No puedo imaginarme a Rajoy diciendo, ante el descalabro electoral reciente: "Debemos hacer una seria analítica de la situación" ¿Verdad?








martes, 14 de abril de 2015

Sobre los giros de la vida

En defensa de mi lengua

Efectivamente, es público y notorio que la vida da muchas vueltas. Hay refranes y frases hechas al respecto, pero no es mi intención hacer ahora una relación. A cada cambio en nuestro modo de vida lo llamamos giro y si la cosa es dramática, incluso hablamos de vuelco. Así se puede decir que "...al llegar a la mayoría de edad su vida dio un giro inesperado" o "no cupo a nadie la menor duda de que ese accidente causó un vuelco inesperado en la vida de la familia."

También solemos ponernos matemáticos y hablamos de grados y todo. Especialmente cuando queremos hacer notar que la vida de un individuo cambió de un modo completamente distinto, opuesto al que tenía antes del cambio. Tomemos por ejemplo esos tristes casos de personas que disfrutaban de una cómoda posición social ya que sus trabajos estaban muy bien remunerados pero que al caerles encima la crisis última y perder su empleo han tenido que malvender su casa, cuando no la han perdido, y de tener hasta personal de servicio doméstico han tenido que ir a buscar el condumio diario a los centros de beneficencia.

De estos tipos de cambio tan drásticos no es infrecuente oír a periodistas y presentadores (que deberían ser periodistas) decir perlas como que "La vida del hombre que nos ocupa dio un inesperado giro de 360º como consecuencia de la fuerte crisis por la que estamos pasando".

De mis tiempos de estudiante de bachillerato, y os aseguro que ha llovido bastante desde entonces,  recuerdo aún nítidamente que la circunferencia, cualquier circunferencia, tiene 360º. Supongamos que necesito trazar una circunferencia en un papel, para lo que tomo en mis manos un compás. Apoyo la punta en lo que va a ser el centro, apoyo la patilla de la mina, inclino ligeramente el compás,  y comienzo el trazado a partir de un punto arbitrario del papel. Según voy haciendo el trazado voy recorriendo grados y así cuando cierro la línea, es decir, cuando el punto inicial del trazado y el final se encuentran, he recorrido 360º.

Nótese que al final de la línea he regresado al punto de partida, lo cual implica que mi posición es la misma que al principio. Otro ejemplo. Voy conduciendo y llego a una rotonda, que, como su propio nombre indica, es redonda. Tiene forma de circunferencia o de círculo, según queramos verlo. Me despisto en la salida y no salgo, como consecuencia debo seguir girando y llego al punto por el que entré. He recorrido 360º y mi posición es la misma que al principio. No ha cambiado nada.

También de mis tiempos del bachillerato recuerdo que un semicírculo o una semicircunferencia tienen la mitad, es decir, 180º. Siguiendo con el ejemplo del compás, en el punto del recorrido en que he alcanzado los 180º he llegado exactamente a la posición opuesta a la de inicio respecto al centro. En fin, que es todo una mera cuestión de la más elemental geometría.

Pero hete aquí que nuestros geniales periodistas de hogaño, olvidados ya de esos anticuados e inservibles conocimientos que, sin duda, hubieron de adquirir al igual que yo, no vacilan en lanzar a los cuatro vientos frases que anuncian cambios de 360º. No me cabe la menor duda de que en sus escasos dos dedos de frente 360º deben de sonarles mucho más efectivos y lapidarios que los modestos 180º. ¿Para qué hablar de 180 si 360 es el doble? Pues eso, al ser el doble, el cambio es mucho más radical, más inapelable, más opuesto... Pues no señores, el metafórico giro de una situación que la convierte en su opuesta,  no es de 360º puesto que tal giro no produce ningún cambio, sino de 180º que ése sí que sí.

Y en eso estamos, esperando que algún día a nuestros periodistas se les encienda la luz de la geometría, aunque sea la más débil...¿usque tantum?



jueves, 19 de marzo de 2015

Sobre las "tablets"

En defensa de mi lengua

En la loca carrera en que nos han metido los fabricantes de cacharrería electrónica, nos hemos encontrado súbitamente con un nuevo cacharrito al que todo el mundo ha dado en llamar "tablet". ¿Por qué precisamente "tablet"? Bien, hagamos un poco de historia de la arqueología.
En esa loable tarea de escarbar y escarbar para hallar vestigios del pasado que nos ayuden a comprender de qué polvos vienen estos lodos, esos héroes del trabajo intelectual llamados arqueólogos, en cierto momento, encontraron como consecuencia de su labor de zapa en Mesopotamia unas piezas de barro cocido con una extrañísima escritura que parecía haber sido ejecutada practicando incisiones en la arcilla blanda con un instrumento con forma de cuña. 



 


Pusiéronle el nombre de cuneiforme a esta escritura. Nótese la forma de la pieza en cuestión. Talmente parece la cubierta de un libro o mejor aún, de una "tablet".

Una vez más parece que estamos condenados a recurrir a la lengua inglesa para comprender el dislate y resulta que... ¡hale... hop! en inglés se llama "tablet". Sí, esa pieza de barro cocido en Mesopotamia hace unos miles de años recibió, en su día, el nombre de tablet en inglés... En la actualidad, y por su gran similitud de forma y porque se pude escribir pulsando con los dedos sobre ella, al nuevo artilugio lo bautizaron como "tablet" en recuerdo de las mesopotámicas.

Hasta ahí todo muy bien. Cada quisque es muy libre de ponerle a su invento el nombre que mejor le cuadre, pero ahora de lo que se trata es del apelativo que se le da en los diversos idiomas. Resulta que esas piezas de arcilla en español recibieron, en su día, el nombre de "tablillas" pues su forma recordaba a una tabla pequeña. De aquí se desprende que al "tablet" inglés, le corresponde la "tablilla" en español.

¿Pero qué ocurre entonces? Que los "listos" de siempre, muy versados en la lengua inglesa e ignorantes de la suya, empezaron a llamarla con el nombre inglés a diestro y siniestro en la absurda idea de que no había en español nombre equivalente que ponerle, y así, a estas horas, todo el mundo llama "tablet" a ese aparatito que el diablo confunda.

¿Sabe quien estas líneas lee cómo las llamo yo? Tablillas. Aunque solo sea por comprobar si un leído es capaz de crear la misma escuela que un "esnortao". Me temo que no, pero ¿y lo que me divierto con el experimento?

domingo, 1 de marzo de 2015

EN DEFENSA DE MI LENGUA

A vueltas andamos con las lentes. Mi afición por la fotografía viene de muy atrás en el tiempo. Apenas andaba rozando la pubertad cuando me regalaron mi primera cámara. Era, obviamente, de carrete, de medida 120 que daba unos negativos de 6x6. La cámara en cuestión era poco más que un cajón que no tenía más que dos velocidades 1/30 " y 1/60 ". Pero bueno, alimentó mi afición a la fotografía hasta que pude comprarme una réflex, con mi propio pecunio, también de carrete pero en formato pequeño 24x36. Para mí significó un paso de gigante, aunque haría partirse de risa a las cámaras digitales de hoy en día. Sea como fuere, el caso es que ambas cámaras venían provistas de su correspondiente objetivo. Siempre he visto y leído que la parte de la cámara por donde entra la luz hasta el carrete o el sensor recibe el nombre de objetivo. En el caso de la primera cámara, éste era muy sencillito. Solo tenía una lente. En el caso de la segunda, era ya más complejo. Tenía un juego de lentes. La imagen que vemos muestra en esquema el objetivo de una cámara fotográfica moderna y en él podemos contar las lentes que lo componen. Un total de 15.

Así pues, tenemos que los objetivos están compuestos por lentes, siendo pues que las lentes son cada uno de los cristales convenientemente tallados y pulidos que contribuyen a que la imagen se forme sobre el carrete o el sensor con la mayor nitidez posible. Por ejemplo, una lupa normal y corriente de esas que usamos para ver mejor los sellos de correos o los hilos que forman un tejido, es una lente.

Todo esto viene a cuento de que últimamente se está viendo escrito y se está oyendo la palabra lente para designar al objetivo. Incluso en masculino, el lente, cuando la palabra en nuestro idioma es de género femenino.

¿De dónde viene tal dislate? ¿No lo adivinan? ¡Claro! ¡Del inglés! ¡Cómo no! Y es que en tal lengua, el objetivo de las cámaras fotográficas recibe el nombre de lens. Pero ocurre que en inglés lens también significa lente. Y ya tenemos adobado el error. Los técnicos que saben mucho de cámaras pero muy poco tanto de su propia lengua como de la inglesa, han hecho la mezcolanza y  al objetivo lo llaman lente. Lo malo es que el error está haciendo escuela y cada vez se ve más eso de que esta cámara lleva un lente excelente. ¡Repelente!