martes, 14 de mayo de 2019

Más sobre los géneros

Una de estas noches atrás, hará un mes más o menos de la noche de autos, me disponía yo a dar el último de paseo del día a mi Pipa -mi perrita- cuando al trasponer la puerta de la calle veo un bulto del tamaño de una cajetilla de cigarrillos aproximadamente de un color grisáceo debido a las tinieblas de la noche, pegado al muro. Picado de curiosidad me inclino para ver más de cerca qué podría ser tal cosa y me sorprendo por lo que veo.
¡Caramba! ¡Un sapito! (véase la foto adjunta). Mas súbitamente me quedo consternado. Me doy cuenta instantáneamente de que mi sucia mente machista y heteropatriarcal me había jugado una vez más una mala pasada.  Pelayo, insensato -me digo- ¿por qué ha de ser un sapito y no una sapita?
Efectivamente, mis conocimientos sobre zoología no llegan a permitirme saber distinguir un sapo de una sapa.
Así andaba yo con esta guisa de cogitaciones cuando de pronto llegaron a mi mente los recuerdos de cuando estudiaba lengua en el bachillerato -aquella bendita época en que se estudiaba lengua de verdad- y recordé para alivio de mi angustia que mi lengua, la lengua española, esa lengua en que se han compuesto algunos de los más grandes monumentos de la literatura universal, pese a quien pese, -que los hay a quienes les pesa y mucho-, tiene varios géneros para nombres, pronombres y adjetivos: masculino, femenino, neutro, común, epiceno y ambiguo. Escapa a los propósitos de esta entrada la explicación de estas diferencias, pero de lo que no cabe la menor duda, es de que para hablar hay que saber, y hoy en día -que no "a día de hoy"- muy poca gente sabe todos estos recursos de su propia lengua y cae en disparates como el del principio de este artículo, por supuesto, intencionado.  Lo malo de los tiempos que corren, es que los iletrados hacen mucho ruido y llevan camino de controlar los resortes del poder -ya están controlando la comunicación-. Piensan ellos, comidos de su crasa ignorancia, que la lengua se puede moldear a gusto y placer en un par de días. Ignoran que las lenguas son procesos vivos, que evolucionan, pero no de la noche a la mañana, y siempre según reglas que están inmersas en lo más profundo del insconsciente colectivo.
Pues bien, camaradas de la izquierda-que-va-desesperadamente-a-la-captura-de-votos-de-feminazis,-miembros-de-los-colectivos-LGTBI-y-lumpen-en-general: en el caso que nos ocupa, el nombre "sapo" entra dentro de la categoría del género epiceno, y que no consiste en otra cosa que añadir "macho" o "hembra" al nombre, sea éste masculino o femenino. Así pues, sigo sin saber si el animalito que me encontré era un sapo macho o un sapo hembra, del mismo modo que cuando me encuentro una araña, ignoro si me topo con una araña macho o una araña hembra; o cuando me cruzo con una serpiente, ignoro si lo hago con una serpiente macho o una serpiente hembra. Así de ignorante soy ¡qué le voy a hacer!