jueves, 16 de enero de 2014

EN DEFENSA DE MI LENGUA

Cuando yo era pequeño -sí, claro, yo también fui pequeño alguna vez- me enseñaron que la materia podía presentarse en tres estados: sólido, líquido y gaseoso. Cada  uno de estos estados tiene sus propiedades que lo diferencian de los otros. Así, por ejemplo, el sólido tiene como características más notables la no compresibilidad y la conservación de la forma, amén de una cierta dureza que varía de acuerdo a una escala. Es el estado con más alto grado de fuerza de cohesión molecular. Entre los sólidos tenemos los metales, exceptuando el mercurio que es el único metal líquido a temperatura ordinaria. Andando el tiempo, y a través de los avances científicos, vine a enterarme de que hay además otros estados, como el de gel -nada que ver con el de ducharse-. Así pues, el oro, la plata, el acero, etc. entran en el mundo de la materia sólida. ¿A santo de qué viene todo este repaso de clase de ciencias? se estará preguntando alguno. Pues bien, viene a santo de que desde hace un tiempo, no mucho para estos asuntos, se puede ver y oír -que no escuchar- en los medios esos mensajes que los modernos pedantes han dado en llamar "consejos publicitarios" o simplemente "consejos" y que toda la perra vida se han conocido con el nombre de "anuncios" que nos cuentan a bombo y platillo que entre las virtudes de tal o cual objeto suntuario, como pueda ser un reloj de pulsera, está la de tener una caja de oro sólido o de acero sólido. Pleonasmo que se cae de su peso pues es como si dijésemos nieve blanca o fría. Está claro que los metales, como ya dije más arriba, son sólidos, y no quiero ni imaginarme las quemaduras que podría llevarse un chalado que quisiera ponerse una pulsera o esclava de oro líquido.

Como no puedo creerme que los publicistas se hayan vuelto de repente tan imbéciles, he descartado la posibilidad de que usen ese "sólido" como oposición a "líquido".

Así pues, mi olfato de lingüista aficionado me ha llevado, una vez más, a la hermosa lengua de Shakespeare a la que los mequetrefes de hoy en día se empeñan en castellanizar para acabar por hablar un "spanglish" insoportable que ni es inglés ni español.

Entre los muchos adjetivos del inglés está "solid" ¡Pues está claro! ¡Sólido! habrá pensado ya alguno. Sí, pero no, porque traduciendo "solid" al español tenemos varias posibilidades. Sí, una de ellas es "sólido", pero hay otras como "firme" y sobre todo, la que nos tiene cuenta para el caso, "macizo".

Y así, de repente, a los publicistas se les ha olvidado que en su propia lengua lo correcto es decir "oro macizo", no en oposición a "líquido" sino a "hueco" porque ya sabemos que el oro se puede trabajar para conseguir objetos huecos, cuyo precio es, obviamente, menor que si fueran macizos.

Todo esto viene por un defectuoso aprendizaje de la propia lengua en las escuelas, fenómeno que no puede ser achacable a los maestros, que me consta, hacen lo posible y lo imposible por que los arrapiezos conozcan su lengua. Deficiencia que se complica cuando no aprenden ni torta de inglés cuando mejor pueden hacerlo y luego en su adultez se vuelcan como locos y saturan las escuelas de idiomas... Y tenemos lo que tenemos.¿Hasta cuándo? Ni se sabe. Presiento que esto va a peor.