lunes, 16 de septiembre de 2013


En defensa del sentido común

Hoy no me ha apetecido hacer un comentario sobre un hecho lingüístico-apropiado-ortográfico-traductivo. Hoy voy a hacer una puntualización sobre un problema de sexos. No, tranquilos, no voy a decir nada escabroso. Es un asunto de cultura general relacionada con la historia antigua.
Pues hete aquí que me encontraba yo una de estas noches pasadas viendo un debate en una de las cadenas privadas, un debate en que participaba un famosísimo presentador catalán (lo de catalán no va con segundas, creedme, es que es la pura constatación de un hecho cierto.) Un presentador, cuyo nombre me guardo, pero que es conocido hasta en la Alpujarra granadina.
Pues estaba el debate en todo su apogeo, es decir, todo el mundo dando voces, pisándose la palabra unos a otros, en fin, como está últimamente de moda. Todo iba "bien" cuando el presentador de marras menciona a la diosa Mitra. Y no una vez sino al menos dos. Así, con el sexo femenino reconocido a través del género del nombre "diosa". Y lo decía el hombre con una seguridad que casi me provoca un espasmo.
Mitra, ciertamente acaba en "a", pero como no es un nombre español, no hay que pensar de ninguna manera que sea un nombre femenino. Lo mismo que el japonés Michiko es un nombre femenino aunque acabe en "o". Pero este hombre, el presentador, quiero decir, al que cabría atribuirle grandes conocimientos y cultura aunque solo sea por lo que ha viajado y por la cantidad de gente a la que ha entrevistado, pues no, miren ustedes, este hombre había oído hablar de Mitra y automáticamente lo suelta ante toda España como diosa. Pues no, Mitra fue una deidad masculina cuyo culto nacido en Persia en torno a 1.400 AC, a partir de Roma se extendió rápidamente, con ligeras variaciones, por toda la cuenca mediterránea. Era el dios preferido de las legiones romanas, de ahí su rápida difusión. En la iconografía antigua es representado con túnica corta, tocado con un gorro frigio y hundiendo su cuchillo en un costado del Toro Primordial, herida por la que mana la sangre que se convirtió en vino. En fin, parece que el buen presentador o comunicador como se dice estúpidamente hoy en día, (que no a día de hoy) no estaba al corriente de todos estos datos, pues de haberlo estado no hubiera metido la pata de semejante manera. Ya lo dije en su día, y cada vez estoy más convencido de ello: todos los personajes, personajillos y personajetes que pululan por los medios de comunicación, cuando han de demostrar algún conocimiento, hacen agua por todas partes, lo que me lleva a pensar que el principio de Peter es cierto: "En una escala jerárquica, los empleados ascienden hasta su nivel de incompetencia". Así nos va.