jueves, 17 de julio de 2014

En defensa de mi lengua

Una de las facetas de nuestra lengua que más confunde a los extranjeros que quieren aprenderla, especialmente a los del mundo anglosajón, es el orden de las palabras dentro de una frase o proposición. A diferencia de la lengua de Shakespeare en la que el orden en que las proposiciones y los complementos se encadenan en una oración es bastante rígido, en la nuestra, sin embargo, la libertad es mayor, pero claro, como todo en la vida, todo esto tiene un límite. Sirva como ejemplo esta fotografía que no me resistí a tomar cierto día que me encontraba en el colegio hojeando y ojeando el periódico del día. (Ya estaba jubilado, a ver si alguien va a entender lo que no es).


 
Nada que objetar acerca de la muchacha ya que su belleza, donosura y poderío quedan fuera de toda discusión porque la realidad abofetea las pupilas con desparpajo. Sin embargo, someto a la consideración del lector el pie de foto, en que el orden de las proposiciones ha sido alterado de tal manera que el periodista dice lo que no quiere decir, y lo que quiere decir, no lo dice. Veamos las dos posibilidades de pie de foto, empleando las mismas palabras pero cambiando el orden.
1) Rocío Barba estrena este espectacular traje rojo, que resalta su piel morena, regalo de su abuela.
Esto es lo que reza el pie de foto, en el que, sin duda, el periodista lo que quiso decir fue que el traje rojo se lo regaló a la zagala su abuela de ella. Pero según el orden de las proposiciones lo que ha dicho es que la piel morena de la muchacha es un regalo de su abuela.

2) Rocío Barba estrena este espectacular traje rojo, regalo de su abuela, que resalta su piel morena.
En este caso queda más claro que es el traje el objeto regalado por la abuela.

Si utilizamos un mayor surtido de palabras, las posibilidades se multiplican.

En otro orden de cosas, ignoro que es para el periodista una piel morena, porque, a menos que el fotógrafo haya metido la pata con el balance de blancos (doy por supuesto que en estos tiempos ya todos los periodistas gráficos utilizan cámaras digitales) la piel de la muchacha luce tan blanca como la mía. No es nada malo que el tono de piel de la muchacha sea blanco lácteo, lo que es malo es que el periodista, aparte de desconocer los más elementales resortes de su lengua, se ciña a los tópicos (traje de faralaes, llamado "de gitana" por el común de las gentes, cosa que no entiendo porque jamás he visto a una gitana vestida de aquesta guisa, acompañado de unos ojazos negros, enmarcados por una piel morenaza, etc. Todo muy en la línea de Julio Romero de Torres)

Y en este momento, recuerdo ese refrán castellano que dice: "Si el cura va a peces, ¿qué harán los feligreses?" Los que sigan habitualmente este blog, ya sabrán qué he querido decir.