domingo, 16 de febrero de 2014

En defensa de mi lengua

Una de las grandes ventajas de vivir en libertad es la de gozar de la libertad de expresión. Cuando yo empecé mi andadura como docente corrían tiempos de cambios, de efervescencias políticas, de inquietudes pedagógicas, de disparates sin cuento que se proferían de labios afuera con una candidez enternecedora. Recuerdo que en una de las innúmeras reuniones que manteníamos en aquellos tiempos ricos de esperanzas que luego fueron frustradas, una compañera, inflamada por los aires de libertad que soplaban como el simún, dijo que: "los niños deben escribir como les salga". Puesto que la escritura es una habilidad perfectible, ignoro cómo podría mejorar un niño su escritura si no se le corrigiese, si se le pasasen por alto la deficiente grafía, las faltas ortograficas más que seguras, la horizontalidad caída de las líneas, si borrásemos la palabra caligrafía de su diccionario. Pero a aquella nueva Juana de Arco, todo eso la traía sin cuidado.

Pues yendo al grano del asunto, el lamento con que empecé la entrada de hoy tiene el siguiente origen:  Estaba yo buscando en ese famoso almacén del sistema Android llamado Google Play un programilla para mi móvil. Como todos los que se encuentren en esta situación sabrán, el programa aparece en la pantalla, y también pueden verse comentarios varios sobre éste que los usuarios escriben para que quede constancia de sus opiniones. En esta tarea estaba, es decir, viendo las opiniones de otros usuarios -acción recomendable para no llamarse a engaño-, cuando casi se me nublan las córneas con estas dos perlas:

 "... me parece bueno pero haces falta mas canales pero d todo lode mas bien"
"es muy buena e provado mas de 10 y esta me a paresidp la mejor"

Este es el resultado al que nos han conducido todos esos deseos de libertad, ese "educar en libertad" mal entendido, ese desprecio a la obra bien hecha, ese no corregir al niño no sea que le provoquemos traumas sin cuento. Gaudeamus tibi Domine.