domingo, 12 de julio de 2015

Sobre lo milenario

En defensa de mi lengua

Son varios los significados que la palabra milenario o milenaria tiene en la lengua española. Hagamos un recorrido por lo que el uso de ésta ha sancionado como más frecuente.
Hablamos del milenario de la lengua castellana como la efemérides que consagra el milésimo cumpleaños de nuestra lengua.

En una de las islas Canarias, Tenerife, por más señas, en la localidad de Icod de los Vinos, se encuentra un árbol de forma muy peculiar, como antediluviana, al que llaman el Drago Milenario, pues se le atribuye gran longevidad, ya que en este caso, milenario significa que tiene, al menos, mil años.
Reciben también este apelativo aquellos que pensaban que el fin del mundo junto con la venida de Cristo ocurriría en el año 1000. Estos mismos pelmas, pero con tecnología añadida, y sin mencionar a Cristo, repitieron sus pronósticos para el 2000. Algunos, amén de milenarios los llaman milenaristas, pero el caso es el mismo.

Son éstos los usos más frecuentes del término en nuestra lengua y atribuirles otros, presta a confusión.
Andaba el otro día yo curioseando por la TV cuando veo que un presentador, para anunciar a un actor invitado, entre las cualidades sin cuento que suelen soltarse en esos momentos, va y espeta: "Él ha provocado carcajadas milenarias"

Yo supongo que no quiso decir que la gente se tirara mil años carcajeándose, lo que me llevó a entender que lo que el fulano quiso decir fue que el actor en cuestión había provocado en la gente miles de carcajadas.

Pues sí, así de sencillo, "miles de carcajadas" ¿Es tan difícil hablar con sencillez? Se me ocurren varias posibilidades de decir lo mismo sin recurrir al confuso "milenarias"

"Él ha provocado miles de carcajadas" como ya he dicho.
"Él ha provocado carcajadas sin cuento"
"Él ha provocado la hilaridad de miles de espectadores"

Podríamos hacer la lista más larga, pero no viene al caso. El caso es que nuestros periodistas parece que han perdido el norte de las buenas formas de la lengua. Confunden lo sencillo con lo ramplón, lo claro con lo vulgar, y así se lanzan a los procelosos mares de los dislates sin límite para mostrar su escaso conocimiento de su pricipal herramienta de trabajo: la lengua común.