lunes, 23 de noviembre de 2020

Sobre la naturaleza del agua

Si hay algún sitio en que el principio de Peter se cumple a rajatabla, ése es sin duda España. Esto viene a santo de que, una vez más, he tenido la ocasión de corroborar que toda esa pléyade de personajes, personajillos y personajetes, especialmente de la farándula, andan muy escasitos de cultura básica.

Iré directamente al asunto. Andaba yo viendo un documental, de ésos en que hay un personaje popular invitado. En esta ocasión estaban presentando un ejemplo de la titánica lucha del hombre - el agricultor - por arrancarle fruto a la madre tierra. 

Era el escenario una huerta plantada en un sitio donde el sentido común desaconsejaría hacerlo, dada la naturaleza del agua. A pesar de ello, lucía esplendorosa. En esto va el personajete y espeta: "...estos pimientos han sido regados con agua soluble". Ahí queda eso.

Una vez más tengo que recurrir a mis recuerdos del bachillerato. De aquella época me vienen a la memoria varias propiedades del agua. Que es incolora (para los de la LOGSE, que no tiene color), inodora (para los de la LOGSE, que no huele a nada) e insípida (para los mismos y posteriores), que no sabe a nada, que no tiene sabor. También recuerdo que llevaba ciertos minerales disueltos, pues entre sus características está la de ser disolvente y aquí está el quid de la cuestión. 

Entramos en el tema de las disoluciones, es decir, esos procesos en que un cuerpo se disgrega hasta el nivel molecular entremezclando sus moléculas con las de otro cuerpo. Ambos cuerpos recibían sus correspondientes apelativos. Así, el cuerpo que favorecía la disolución recibía el nombre de solvente, mientras que el que se disgregaba era el soluto. El adjetivo que se aplica a esos cuerpos que son capaces de disolverse en otros, es soluble.

El agua es el líquido disolvente por excelencia en lo que a la naturaleza se refiere. Entre otras cosas, disuelve la roca caliza, y crea con esta acción los relieves cársticos como las cuevas y los ríos subterráneos. A su vez, la roca caliza es soluble en el agua. Está claro. El agua es el solvente, no el soluto, por lo tanto nunca podemos decir del agua que es soluble.

¿Qué quiso decir entonces nuestro invitado de marras? Pues bien, teniendo en cuenta las circunstancias en que se desenvolvía el programa, yo he llegado a interpretar que el agua que regaba los pimientos era salobre, es decir, que contenía sal. De ahí el mérito del agricultor.

Por cierto, por la edad del personajillo, seguro que le tocó de lleno la LOGSE. Je, je, je.

martes, 14 de mayo de 2019

Más sobre los géneros

Una de estas noches atrás, hará un mes más o menos de la noche de autos, me disponía yo a dar el último de paseo del día a mi Pipa -mi perrita- cuando al trasponer la puerta de la calle veo un bulto del tamaño de una cajetilla de cigarrillos aproximadamente de un color grisáceo debido a las tinieblas de la noche, pegado al muro. Picado de curiosidad me inclino para ver más de cerca qué podría ser tal cosa y me sorprendo por lo que veo.
¡Caramba! ¡Un sapito! (véase la foto adjunta). Mas súbitamente me quedo consternado. Me doy cuenta instantáneamente de que mi sucia mente machista y heteropatriarcal me había jugado una vez más una mala pasada.  Pelayo, insensato -me digo- ¿por qué ha de ser un sapito y no una sapita?
Efectivamente, mis conocimientos sobre zoología no llegan a permitirme saber distinguir un sapo de una sapa.
Así andaba yo con esta guisa de cogitaciones cuando de pronto llegaron a mi mente los recuerdos de cuando estudiaba lengua en el bachillerato -aquella bendita época en que se estudiaba lengua de verdad- y recordé para alivio de mi angustia que mi lengua, la lengua española, esa lengua en que se han compuesto algunos de los más grandes monumentos de la literatura universal, pese a quien pese, -que los hay a quienes les pesa y mucho-, tiene varios géneros para nombres, pronombres y adjetivos: masculino, femenino, neutro, común, epiceno y ambiguo. Escapa a los propósitos de esta entrada la explicación de estas diferencias, pero de lo que no cabe la menor duda, es de que para hablar hay que saber, y hoy en día -que no "a día de hoy"- muy poca gente sabe todos estos recursos de su propia lengua y cae en disparates como el del principio de este artículo, por supuesto, intencionado.  Lo malo de los tiempos que corren, es que los iletrados hacen mucho ruido y llevan camino de controlar los resortes del poder -ya están controlando la comunicación-. Piensan ellos, comidos de su crasa ignorancia, que la lengua se puede moldear a gusto y placer en un par de días. Ignoran que las lenguas son procesos vivos, que evolucionan, pero no de la noche a la mañana, y siempre según reglas que están inmersas en lo más profundo del insconsciente colectivo.
Pues bien, camaradas de la izquierda-que-va-desesperadamente-a-la-captura-de-votos-de-feminazis,-miembros-de-los-colectivos-LGTBI-y-lumpen-en-general: en el caso que nos ocupa, el nombre "sapo" entra dentro de la categoría del género epiceno, y que no consiste en otra cosa que añadir "macho" o "hembra" al nombre, sea éste masculino o femenino. Así pues, sigo sin saber si el animalito que me encontré era un sapo macho o un sapo hembra, del mismo modo que cuando me encuentro una araña, ignoro si me topo con una araña macho o una araña hembra; o cuando me cruzo con una serpiente, ignoro si lo hago con una serpiente macho o una serpiente hembra. Así de ignorante soy ¡qué le voy a hacer!

viernes, 10 de agosto de 2018

Sobre los géneros

Tras un larguísimo paréntesis motivado en gran medida por mis estudios de idiomas, retomo mi actividad como defensor de mi lengua frente a la torpeza galopante de los medios de comunicación y otras entidades.

Cierto día andaba yo curioseando la TV, siempre con mis sentidos aplicados a la caza y captura de gazapos -conste que ya los cazo al vuelo, casi sin querer- cuando me encuentro con un documental sobre la pobre reina de Castilla, Juana I, más conocida por el cruel sobrenombre de "La Loca".

Pues bien, ya que la historia entra dentro de mis intereses, continué viendo el documental. En esas estaba, cuando va el locutor y dice -subtítulo incluido- "...a campo abierto Juana se manifestó como una excelenta amazona". Y se quedó tan orondo. Llevo ya mucho tiempo avisando del bajo nivel de conocimientos que sobre su propia lengua tienen los periodistas pero esto entra en el campo de conocimientos de un niño de primaria.

Los adjetivos tienen variación de género y número, pero no todos. Yo puedo decir, tonto, tonta, tontos, tontas. Puedo decir hábil, hábiles, pero no hábilas. Y si nos paramos en el terreno de los adjetivos terminados en -ente, se acabó la dierenciación de género, para quedar solo la de número.

Excelente, un ejemplo de lo dicho anteriormente. Yo podré decir excelente, excelentes, pero nunca, nunca, excelenta o excelentas. Este tipo de adjetivos son de hecho participios de presente con función adjetival. Son, por tanto, partícipes de carácter verbal y adjetival al mismo tiempo. Por su carácter verbal, no pueden tener variación de género.

Es una tendencia del español el tornarse más papista que el papa cuando le faltan las luces necesarias. Y es en esta coyuntura cuando entra a saco la filosofía de lo "políticamente correcto". ¿Que un atajo de feminazis exaltadas afirman, poseídas por la infinita verdad, que la lengua es machista? Pues nada, la lengua es machista y punto. No se discuta tan palmaria obviedad -de todos modos ya están diciendo que el Sol es machista...- No la discutamos no sea que perdamos los votos de estas descerebradas las próximas elecciones.

jueves, 29 de septiembre de 2016

Sobre el día de hoy

Desde hace unos cuantos años, y cada vez con más profusión, se oye en todos los medios esa mortificante muletilla con pretensiones de complemento circunstancial de tiempo: "a día de hoy". Vomítanla de sus torpes bocas periodistas, deportistas, políticos, científicos... Vamos, que la tontería ha hecho fortuna.

En su día, Baltasar Gracián dijo aquello de que "lo bueno, si breve, dos veces bueno". Lo correcto en la lengua castellana bien hablada es decir simplemente "hoy". No obstante, el hechizo de la longitud de los vocablos ha hecho efecto una vez más. Para los desconocedores de su propia lengua debe de resultar más "culto" decir "a día de hoy" que el breve y parco "hoy".

El origen del disparate, al contrario que en otras innumerables ocasiones, no proviene del inglés. Esta vez, el  listo de turno se inspiró en el francés. Posiblemente todo empezara como una chanza, pero la mayoría debió de interpretarlo como una frase propia de personas de elevada formación, la bola de nieve echó a rodar y lo que al principio debió de ser una pequeña bolita, ha acabado en formidable avalancha que todo lo arrastra.

Veamos, en la lengua de Víctor Hugo, "hoy" se dice "aujourd'hui", como bien saben los que chapurrean francés.
Fijémonos, pues, en la composición de la palabra. Se compone ésta de otras cuatro, a saber:
au                      
jour
de
hui
Juntando éstas nos da: au+jour+de+hui, es decir, "aujourd'hui"
Haciendo una traducción partícula a partícula, nos encontramos con lo siguiente:
au = a
jour = día
de = de
hui = hoy

Así pues, los franceses no se quedan en el "hoy". Ellos dicen en realidad "a día de hoy", exactamente lo que dicen los hispanohablantes que sucumben ante modas tontas que en nada contribuyen al enriquecimiento de la lengua, antes bien, a convertirla en mediocre copia de otras foráneas.
Tiene nuestra lengua otras alternativas como puedan ser "hoy en día", "actualmente", "hasta hoy", "en la actualidad", etc.

Se me olvidaba una precisión: "hui" es la versión francesa arcaica de "hoy".

Hoy ya no tengo más que decir. Hasta la próxima.





jueves, 24 de marzo de 2016

Sobre la falta de pudor en el uso de la lengua.

En defensa de mi lengua


De mi más tierna infancia recuerdo una frase que solía decir mi madre (q.e.p.d): "La ignorancia es muy atrevida". Y el tiempo me ha confirmado la veracidad y exactitud de la frase. El atrevimiento puede llevar aneja y, de hecho, en numerosas ocasionas la lleva, una gran falta de pudor, entendiendo en este caso por falta de pudor una total desvergüenza tanto propia como ajena, un no importar, o importar una higa, la opinión que los demás puedan formarse del impúdico. 
Es así que en nuestro país, en España, los planes educativos han ido de mal en peor con el transcurso de los años con resultados penosos fácilmente constatables en el diario devenir . Los atentados a la lengua, las patadas al buen estilo, el desprecio a la buena dicción, son constantes tanto en los medios de comunicación de masas como en los letreros exhibidos con las más diversas intenciones en los establecimiento públicos.
Hablando de letreros en establecimientos comerciales de la más diversa catadura, me ocurrió ayer que, por razones que no vienen al caso, me vi en la tesitura de tener que desayunar fuera de casa. Así pues entré en uno que tenía a tiro de piedra, y pedí para mí uno solo largo y media de tomate. La tostada, debo decir que estaba en su punto de tueste, el tomate muy bien triturado y del aceite ¿qué podría decir de tan bendita sustancia sino que era buenísmo? A esto había que añadir un pequeño recipiente que contenía orégano, cosa poco habitual en establecimientos públicos. 
En resumen, se podría decir que el desayuno satisfizo mis expectativas más optimistas. Estaba paladeando la pitanza, cuando me vino cierta urgencia que me exigió levantarme del asiento y encaminarme al lavabo, llamado también aseo o servicio, y más castizamente, retrete.
Una vez en el susodicho recinto me encuentro con un cartel cuya imagen puede verse a la izquierda en el que podía leerse lo que cualquiera puede ver.
No es necesario ser experto en lingüística para percibir el primer error: falta de concordancia en el número de los verbos. El primero dice "APUNTEN". Nada que objetar en ello. Pero el segundo "ACIERTE" aparece en singular cuando debería decir "ACIERTEN" para concordar con el primero. Por si no fuera suficiente -no es difícil encontrarse hoy en día con errores de este tipo-  en el siguiente párrafo nos encontramos con el determinante "UNNOS" inexistente en español, salvo que le quitemos una "N". Lo que ya bate todas las marcas es ese lacerante "CANPEONES". Era yo muy pequeño, acababa de iniciarme en el bello arte de la escritura, allá por mis seis o siete años, cuando ya tenía muy asimilado aquello de que "antes de P y B se escribe M". Eso no es que me lo enseñaran en el colegio exactamente, que también. Eso me lo enseñó mi madre cuyo curriculo educativo no pasó de la escuela primaria. Estoy hablando de una escuela primaria de los años 20 del siglo pasado. Hoy día, con profesores licenciados, con las tecnologías de la información y la comunicación al alcance de la mano, con las condiciones idóneas para estar perfectamente informado y educado, al menos en la propia lengua, no tenemos la sensatez de pararnos a reflexionar sobre lo que escribimos o decimos y así salen las cosas. Es urgente que las autoridades tomen cartas en el asunto. Es urgente un gran pacto de Estado por la educación. Aunque solo sea para evitar estos desaguisados.


lunes, 2 de noviembre de 2015

sobre este y esta

En defensa de mi lengua

Hay una palabra en nuestra lengua que se presta a dudas respecto a su género gramatical. Me refiero a "área". Por su morfología apunta a género femenino y efectivamente es así. Área es una palabra de género femenino.

No obstante, en numerosas ocasiones vemos que va modificada por los artículos el, un, este y alguno más. Obviamente tiene que haber una razón de peso para caer en tan aparente falta de concordancia.

Tomemos por ejemplo un comienzo típico de un elemental problema de geometría: "Calcula el área de hierba que puede comer una cabra..."

Existe en todas las lenguas un recurso llamado eufonía que consiste en utilizar las palabras de modo que suenen de modo armonioso. Su correlato negativo, es decir, emplearlas de modo que se produzca un efecto desagradable, recibe el nombre de cacofonía. Es por esta razón, la de lograr la eufonía, que se utiliza "el área" y no "la área", expresión que resultaría cacofónica.

Por todo lo anterior es también correcta la expresión "el águila" así como "el agua", aunque tanto "águila" como "agua" sean de género femenino. ¿Dónde radica el "quid" de la cuestión? En que el artículo que antecede al sustantivo sea un monosílabo acabado en vocal o no. En efecto, decimos "el águila" pero si es en plural decimos "las águilas". Si hablamos del agua, lo correcto es decir eso, "el agua" pero si el artículo es demostrativo, decimos "esta agua" porque "esta" es una palabra bisílaba y llana.

Todo esto viene a cuento de que no hace mucho rato, en este mismo espacio de Google he visto la siguiente frase: "Para facilitaros la tarea de estar al tanto de nuestras novedades en este área..." Esta frase procede del departamento de comunicaciones de la compañía. Pero el dislate no es infrecuente en la prensa, en la radio, en la televisión... Los especialistas en el uso de la lengua no acaban de aclararse. Ya lo profeticé cuando vi el rumbo que tomaban las leyes de la mal llamada educación. Lamento profundamente haber acertado.


domingo, 12 de julio de 2015

Sobre lo milenario

En defensa de mi lengua

Son varios los significados que la palabra milenario o milenaria tiene en la lengua española. Hagamos un recorrido por lo que el uso de ésta ha sancionado como más frecuente.
Hablamos del milenario de la lengua castellana como la efemérides que consagra el milésimo cumpleaños de nuestra lengua.

En una de las islas Canarias, Tenerife, por más señas, en la localidad de Icod de los Vinos, se encuentra un árbol de forma muy peculiar, como antediluviana, al que llaman el Drago Milenario, pues se le atribuye gran longevidad, ya que en este caso, milenario significa que tiene, al menos, mil años.
Reciben también este apelativo aquellos que pensaban que el fin del mundo junto con la venida de Cristo ocurriría en el año 1000. Estos mismos pelmas, pero con tecnología añadida, y sin mencionar a Cristo, repitieron sus pronósticos para el 2000. Algunos, amén de milenarios los llaman milenaristas, pero el caso es el mismo.

Son éstos los usos más frecuentes del término en nuestra lengua y atribuirles otros, presta a confusión.
Andaba el otro día yo curioseando por la TV cuando veo que un presentador, para anunciar a un actor invitado, entre las cualidades sin cuento que suelen soltarse en esos momentos, va y espeta: "Él ha provocado carcajadas milenarias"

Yo supongo que no quiso decir que la gente se tirara mil años carcajeándose, lo que me llevó a entender que lo que el fulano quiso decir fue que el actor en cuestión había provocado en la gente miles de carcajadas.

Pues sí, así de sencillo, "miles de carcajadas" ¿Es tan difícil hablar con sencillez? Se me ocurren varias posibilidades de decir lo mismo sin recurrir al confuso "milenarias"

"Él ha provocado miles de carcajadas" como ya he dicho.
"Él ha provocado carcajadas sin cuento"
"Él ha provocado la hilaridad de miles de espectadores"

Podríamos hacer la lista más larga, pero no viene al caso. El caso es que nuestros periodistas parece que han perdido el norte de las buenas formas de la lengua. Confunden lo sencillo con lo ramplón, lo claro con lo vulgar, y así se lanzan a los procelosos mares de los dislates sin límite para mostrar su escaso conocimiento de su pricipal herramienta de trabajo: la lengua común.