viernes, 30 de agosto de 2013

En defensa de mi lengua


Como casi siempre, la prensa. Observen los lectores el texto que acompaña a la viñeta. Si no ven el error, quiere decir que está extendidísimo. No se preocupen demasiado que para eso ya estoy yo. Este error lo cometen hablantes de todos los estratos sociales y de todos los niveles culturales... Pero eso no lo hace menor error. Me refiero, cómo no, a la confusión entre las formas verbales "deber" y "deber de". Según intención del humorista, el personaje, que tiene todo el aspecto de ser Rubalcaba, dice que le deben quedar un par de escándalos por descorchar. Es decir, lo manifiesta como una posibilidad y en ningún caso como una obligación. Hay un deje de duda en la frase, no está seguro de cuántos escándalos le quedan. Y aquí está el gazapo. "Deber" sin más, indica obligación de llevar a cabo la acción expresada a continuación. "Deber de", sin embargo, implica duda, inseguridad. Esa es la construcción que debería haber empleado el humorista... "y todavía me deben de quedar un par de escándalos por descorchar". Una vez más debo quejarme de la falta de cuidado que los medios tienen respecto a su propia lengua, su herramienta de trabajo. ¿Para cuándo la corrección apropiada? ¡Ahuuuuuuuuuuuuuuu!

domingo, 18 de agosto de 2013

En defensa de mi lengua

Esta vez quiero hacer una incursión sobre los traductores cinematográficos. Uno de los escollos principales con que un traductor se encuentra es el de los llamados "falsos amigos", que son esas palabras que parecen tener un significado cuando en realidad tienen otro. Que niños de primaria, e incluso de instituto, caigan en la trampa de los falsos amigos es moneda de uso corriente y harto disculpable. Pero que un traductor, al que se le supone un cierto grado de profesionalidad, caiga en ello es, sencillamente, imperdonable. Viene esto a cuento de que estaba viendo yo una película de acción. Todo iba encajando perfectamente en los diálogos cuando de repente se me disparó la alarma. Había algo que no encajaba. El protagonista, perseguido por los malos para hacerle pupa grande, se ve metido en un tren y da voces: "¡Conductor! ¡Conductor!". Cosa extraña es que un pasajero llame al conductor del tren, pero más extraño aún es que lo haga desde la mitad del convoy. Teniendo en cuenta que los conductores de estos vehículos van normalmente en la locomotora, muy difícil es que oiga a un pasajero desde la mitad del  tren, y más aún que le haga el menor caso. Eso era lo que no encajaba. 
La película era americana (del norte, vaya) por lo que se supone el inglés como lengua original de la cinta. En inglés existe la figura del "conductor" en los vehículos de pasajeros de un cierto tamaño, quiero decir que en los taxis esta historia no cuenta. Pero resulta que este "conductor" (pronunciada la palabra como llana) es el equivalente al español "revisor", que no conduce más que su propio cuerpo. Eso es lo que quería decir el acosado protagonista. Llamaba al revisor. Ése sí que podría hacerle caso, pero no el conductor.
En fin, ya sabemos que traducir de una lengua a otra no es tarea fácil. Razón de más para ponerla en manos de profesionales expertos y no de aficionados.