domingo, 28 de abril de 2013

En defensa de mi lengua

Que las lenguas influyen unas sobre otras es cosa de manual de instituto. Que el inglés presiona fuerte, especialmente sobre quien no domina su propia lengua, es cosa archisabida. Y como demostración práctica de lo que acabo de decir va la siguiente pequeña historia.
Acababa de degustar la pitanza del día y la hora y ya me había puesto en pie, tranquilo, en parte porque no había oído (que no escuchado) todavía ningún desaguisado lingüístico, cuando esa cronista deportiva, veterana ella en las ondas, gafitas, pelito corto, sí esa que ya tenéis en la mente, hablando del inminente partido de tenis entre Almagro y Nadal, que no sé cómo discurre porque mi siesta es sagrada y nada más despertar me he puesto a esta tarea, va la buena mujer y dice con gran profesionalidad: "Nícolas Almagro" ¿Lo pilláis? Nícolas, ¡Dios mío!, Nícolas, así como suena, esdrújula, Nícolas. Está claro que en inglés sí es una palabra esdrújula, pero desde antes de que me salieran los dientes yo ya sabía que en mi lengua había un nombre que se ponía a los varoncitos y que no era otro que Nicolás. ¿Eh? Nicolás, palabra aguda que termina en s, y que por lo tanto debe llevar tilde en la a cuando se escribe. Incluso en su apócope "Colás".Y vuelvo a decir ¿Es que en las facultades de periodismo no se enseña lengua española? Y si es así ¿cuándo van a empezar a hacerlo? Y si la enseñan, ¿es que no examinan de ella? La lengua es la herramienta básica y fundamental, condición sine qua non el periodismo no existe. Porque el periodismo es, por encima de todo, lengua. Es como si en los centros de formación profesional no se enseñara a los futuros electricistas a utilizar los alicates pela-hilos, o no se les explicara el carácter pulsante de la corriente alterna, o algo parecido. Pues eso.

domingo, 14 de abril de 2013

En defensa de mi lengua

¡Dios! estaba yo mirando móviles, cuando al ver las características de uno de los modelos (Sony Xperia Z) leo con estupor que la pantalla tiene un cristal antilladuras. ¡Claro! con toda la gente rara que hay en el mundo, seguro que han previsto que alguien coja el rallador del queso y se ponga a sacar ralladuras de la pantalla de un móvil. No conozco ningún menú que incluya tal tipo de ralladuras, pero nunca se sabe...
Sin embargo, sí que es más fácil que una pantalla se raye... Seguramente se refieren a eso. Pero en este caso será que el cristal es antirrayaduras o antirrayones, o algo así. ¡País!

lunes, 8 de abril de 2013

En defensa de mi lengua

    Ya lo dije en cierta ocasión en relación con los E.G.B.eos: "¡Dios mío, el día en que estos ocupen puestos de poder y responsabilidad, apañados vamos!" Pues bien, estoy leyendo actualmente un libro cuyo autor y título no voy a decir, porque no me gusta echar fango sobre nadie. El asunto es muy interesante, pero el autor, nacido a finales de los setenta, necesariamente tuvo que haber pasado por la E.G.B. pues a los seis años (de la vida del autor) ya estaba implantado el sistema. Pues bien, ya voy por la página ciento y pico y me he encontrado varios gazapos que, o son suyos, o del impresor. Sea cual fuere el caso, lo cierto es que el que ya ha desbordado el ánfora de mi paciencia ha sido la cofunsión de los verbos hallar y haber. Decir halla (del verbo hallar) cuando se quiere decir haya (del verbo haber) es dislate mayúsculo para alguien dedicado a la literatura. Aun en el caso de que sea yeísta, no es lo mismo hablar que escribir. En este caso yo juego con ventaja porque no soy yeísta, es decir, yo pronuncio la ll. Castellano del Duero para arriba, que se mire como se quiera es el mejor castellano. Cuando se escribe hay que prestar especial cuidado, máxime cuando se quiere publicar. Es como si digo que para hacer arroz con leche es bueno echarle unas rayaduras de cáscara de limón. Pues no, yo el limón lo rallo, no lo rayo, porque maldita cosa adelanto si hago esto último. Dado que acabo de empezar el libro como quien dice, pues es un ladrillo de más de novecientas páginas, es fácil que encuentre más perlas. Las iré exponiendo aquí. ¡Ojalá no encuentre más!