viernes, 8 de febrero de 2013

En defensa de mi lengua

¿Yo soy latino?¿Desde cuándo?
Desde hace muchísimo tiempo vengo oyendo eso de que "los latinos por aquí", "los latinos por allá" y otras sandeces por el estilo. Pero, repasemos un poco de historia. Latino ha sido siempre el habitante de la región italiana conocida en el mundo antiguo como el Latium o Lacio. Fue la tierra que dio origen a la ciudad de Roma y a su lengua, el latín. Andando el tiempo, la ciudad fue creciendo y extendiendo su influencia a golpe de conquista por la espada a toda la Península Itálica y después a toda la cuenca mediterránea, formando uno de los imperios más grandes conocidos hasta la fecha. Pero como en todos los imperios, los dominados eran considerados ciudadanos de segunda clase, y los dominadores mostraban gran repugnancia a mezclarse con ellos (nosotros). Ello no era óbice para que algunos señores se desfogaran con sus esclavas lugareñas y esparcieran su semilla de forma clandestina. Tampoco era óbice para que los sufridos legionarios hicieran lo mismo con las lugareñas de los sitios conquistados. Pero hay que tener en cuenta que los legionarios podían ser de cualquier parte del imperio o incluso, de fuera de él. Tenemos así un escenario en que la inmensa mayoría de la población hispana o de cualquier otra parte, tenía de latina lo que yo de Arzobispo de Burgos. Dígase lo que se diga, aquí en la Península Ibérica hemos sido siempre los mismos. Cuando los visigodos llegaron aquí, se erigieron en casta dominante a la que, siguiendo la lógica de los tiempos, también le repugnaba mezclarse con los "romanos" como nos llamaban en su crasa ignorancia. Después llegaron los moros con otro tanto de lo mismo. Para ellos no éramos "romanos" sino "infieles". De forma que, insisto, aquí hemos sido básicamente los mismos. Cuando Castilla, jugándoselo todo a una carta se lanzó a buscar la ruta de la seda y de las especias, viajando hacia Occidente, y se topó con América, entonces sí se produjo prácticamente desde el principio la mezcla racial, y no por vía violenta, sino de modo pacífico, porque los ibéricos nunca hemos hecho ascos a una mujer mientras ésta estuviera de buen ver y mejor palpar. Y máxime después de estar navegando tres meses sin ver más que cielo y agua. "Mirad mis hijos, qué hermosos son" le dijo un soldado español de la expedición de Cortés a un recién llegado al Yucatán. Aquello trascendía el puro instinto animal, había armonía, amor y orgullo de padre.
Con posterioridad, el rey Felipe II, tuvo un pícaro y malandrín administrador llamado Antonio Pérez, que al saberse descubierto, salió por pies y se dedicó a poner al rey de vuelta y media dando así origen a la llamada "leyenda negra" que ha sido la base fundamental de la historiografía "vox populi" de la América española hasta nuestros días. Esa es una de las razones del adjetivo latino que no se tiene en pie desde ningún punto de vista medianamente científico. Esa es una de las razones de llamar Latinoamérica a  lo que en realidad es Hispanoamérica o Iberoamérica si metemos al Brasil en el cesto. Porque se ha intentado, por la perversión de la lengua, borrar toda huella de España en América, y si queda alguna, que esté llena de fango y suciedad.
Habrá quien diga: "No, si lo de latino es por la lengua" Pues peor aún. ¿Es que acaso hablamos latín? Hasta tal punto es confuso el término, que un político yanqui, al recibir a una delegación de hispanoamericanos, se disculpó diciéndoles que sentía mucho no poder hablar en su lengua (de ellos) porque él no sabía latín.
Y que nadie me diga que lo del "latin lover" no tiene un matiz claramente racial.
De modo que, visto lo visto, lo de "latino" no tiene fundamento de estirpe ni de lengua.
Por mi parte, yo hago siempre referencia a Hispanoamérica o Iberoamérica, pero nunca digo Latinoamérica, por congruencia, más que nada.
Uno de los pocos americanos que tenían el asunto medianamente claro fue el gran poeta nicaragüense Rubén Darío que escribió aquello de: "Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda..."
Pues eso. 

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