domingo, 10 de febrero de 2013

En defensa de mi lengua

Estaba yo viendo esta mañana un conocidísimo programa de esos del tipo del "hágalo usted mismo". Hoy el asunto versaba sobre cómo ponerle a la puerta de entrada de tu casa una cerradura de seguridad de cuatro puntos. El presentador, por lo demás, ameno y diestro en el manejo de máquinas de bricolaje, tenía la puerta ya preparada para hacerle las cajas donde irían empotradas las distintas secciones de la enorme cerradura. En estas estaban, cuando va el cámara y hace una aproximación en detalle a la vez que el presentador dice que la puerta es de tablero aglomerado chapeado. Aparte del hecho de que querer ponerle a una puerta de aglomerado una cerradura de alta seguridad es algo totalmente superfluo (si estuviera blindada ya sería otro cantar), lo que realmente sacudió mis fibras fue lo de chapeado.
Se me ocurren diversos disparates equivalentes (algunos de ellos pura invención mía; otros, no).
En un cortijo: "¡Eh, Romualdo! Hazme el favor de ensillar a Lucero que quiero galopear un rato!"
En una joyería: "Este reloj tiene la caja de acero chapeado en oro de 18 quilates"
En el aula de un colegio: "Niños, ahora vamos a recortear estas estrellas y las vamos a pegar en el cielo."
En una bodega: "Hoy tenemos que trasvasear el vino de las botas a las botellas"
En el parte meteorológico: "Tras la temporada de lluvias, los pantanos españoles tienen una buena cantidad de agua embalseada".
En relación con el maldito ordenador: "Se me ha metido un virus. Ahora tendré que formatear el disco duro"

¿Por qué están mal usados todos estos verbos? Pues porque sus infinitivos acaba en "ar" precedida de consonante: chapar, galopar, recortar, trasvasar, embalsar, formatar, etc. y no admiten una "e" metida con calzador.

No es solo el personaje en cuestión el que dice tal cosa. Es moneda de uso corriente en los diversos ámbitos del diario quehacer. Especialmente lo de chapear, formatear y recortear abruma por su frecuencia.

¡País!

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