sábado, 9 de febrero de 2013

En defensa de mi lengua

   Acabo de ver una entrevista al Sr. Julio Anguita. Al Sr. Anguita le profeso desde siempre una gran admiración por sus altas cualidades humanas y personales: integridad, honradez, claridad de palabra, mesura, y principalmente, coherencia política. Dicho esto, para que quede meridianamente claro, debo proseguir haciendo una crítica en relación con la precisión de nuestra lengua. Bueno, en realidad no es sólo a él, sino a todos los que como él han caído en el garlito de los anglicismos.
Me refiero esta vez a la palabra bizarro.
Estaba él hablando de la familia real (asunto Urdangarín) y decía que si aparece alguien con un Jaguar y otros signos externos de riqueza, resulta bizarro que no se le pregunte de dónde ha salido el dinero.
   Estas cosas ocurren cuando mezclamos churras con merinas. O cuando mezclamos el inglés con el español.
   Este error no sé por qué lo ha cometido el Sr. Anguita, porque no le conozco (tal vez me equivoque) especiales aptitudes para la lengua de Shakespeare. Más bien es propio de periodistas de nuevo cuño que quieren blasonar de idiomas sin conocer ninguno, ni el suyo.

Bizarre en inglés debe traducirse como rarísimo, extraño, estrafalario, excéntrico... en resumen, algo que se aparta de lo normal.
Bizarro en español, no tiene absolutamente nada que ver con su parónima inglesa, pues en español significa
1. Valiente, esforzado.
2. Generoso, lucido, espléndido.

   Lo que el Sr. Anguita quiso decir fue el significado inglés con la palabra española.       Efectivamente, tiene razón el Sr. Anguita, porque si yo apareciera ante la puerta de mi casa descendiendo de un Lexus impresionante, trajeado a medida con el mejor paño de Béjar y con un Rolex de oro macizo en la muñeca, lo lógico sería que mi mujer me preguntara de dónde rayos había sacado la "pasta". Y sería muy extraño que no lo hiciera. Muy extraño, rarísimo, pero no bizarro.
Pues eso.

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