martes, 15 de abril de 2014

En defensa de mi lengua

Unos trabajos de mantenimiento de mi casa me han tenido tan ocupado que he roto el ritmo de una entrada al mes como mínimo en mi blog. No obstante, tengo munición suficiente para continuar con mi tarea de león rugiente en el desierto. Por mí, que no quede.
Sigo pues con mi cruzada en pro de un periodismo libre, independiente y, sobre todo, que haga un buen uso de su principal herramienta de trabajo: nuestra lengua común.
Es lamentable que el inglés se castellanice, lo mismo que es lamentable que el castellano se britanice o anglicanice. En ambas cosas parecen ser grandes expertos nuestros modernos periodistas. En los días que corren, que no a dia de hoy, es frecuente oír y leer que tal o cual empresa esponsoriza a tal o cual equipo de fútbol, baloncesto, o cualquier otro deporte.
Debo precisar que el verbo esponsorizar no existe en nuestra lengua. Es una castellanización del sponsor inglés, que puede ser tanto verbo como nombre. Siguiendo con la lógica de nuestros periodistas tan conocedores del inglés y tan desconocedores de su propia lengua, quien esponsoriza es, claro está, el esponsor, que en inglés se escribe sin la e protética que le metemos al castellanizarlo, tal y como he reflejado más arriba. Fíjese el avezado lector que estas líneas lee la próxima vez que se ponga frente a las noticias deportivas y verá que ya casí nadie patrocina a nadie sino que lo que ahora se hace es esponsorizar. Debe de resultarles más moderno, más in, más cool... ¡Dios, cuánta gilipollez!
Es cierto que en nuestra lengua podría decirse así, toda vez que la voz inglesa coincide al cien por cien con la latina, una de las lenguas madres de la nuestra. Pero hete aquí que los hispanohablantes, por la razón que fuere han preferido que el patrocinador sea la persona o institución que patrocine, es decir, que ejerza su patrocinio, su apoyo, su protección sobre una determinada persona, asociación social, equipo deportivo, etc.
Me pregunto cuándo llegará el día en que los periodistas, profesionales dignísimos, se dignifiquen más aún usando adecuadamente su propia lengua, que, al fin y al cabo, es su pricipal herramienta de trabajo.

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