sábado, 18 de mayo de 2013

En defensa de mi lengua

Hace un momento brujuleaba por Internet a la busca de un programa de edición de vídeo, cuando en una de las páginas me sale una revista archiconocida, de la que el que hace la aportación dice, entre otras cosas, que es "la revista más legible del mundo".
La verdad es que la gente no sabe ya qué hacer para presumir de cultura. El tipo en cuestión pensó que demostraba más cultura diciendo "legible" que si hubiera dicho "leída"... Pero la erró. Y la erró porque legible significa que se puede leer fácilmente, por su tipografía, que es cómoda para la vista, por ejemplo. Mientras que leída es un participio de pasado que quiere decir que se ha procedido a su lectura. Y esto es lo que quiso decir el susodicho: que la revista la leen muchedumbres a lo largo y ancho del mundo. Seguramente debió de pensar que leída era una palabra muy trillada, así, como manoseada, y como en la variedad está el gusto, le sonó legible menos usada, más literaria. Pero no, joven, la sinonimia tiene sus límites, y éstos los marca la diferencia semántica. Decir una cosa cuando queremos decir otra, simplemente es un índice de claras carencias lingüísticas. ¿Estamos?

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