miércoles, 6 de agosto de 2014

En defensa de mi lengua

Como ya sabrán los habituales lectores de este blog, mi cruzada imposible va principalmente contra el mal uso que los periodistas hacen habitualmente de su propia lengua. Alguien podrá argüir que los periodistas extranjeros también caen en el mismo vicio, especialmente los franceses y no digamos los italianos que, sin duda, se llevan la palma. A este argumento, del que no tengo nada que decir porque es cierto, tengo que replicar que francamente, queridos, me importa un bledo. A mí lo que me preocupa es el desastre en que los periodistas españoles están convirtiendo nuestra lengua, y más que nada, porque con su ejemplo, entorpecen y confunden el aprendizaje de los más pequeños.

Hace un rato estaba yo oyendo casualmente la radio -ojo, he dicho oyendo y no escuchando- cuando va el locutor de turno, al que debo suponerle estudios de periodismo, y espeta por el éter: "vamos a ver qué quieren ser los niños de mayor". El bofetón que sentí en los oídos fue tal, que horas después todavía recuerdo la frase.

Lo malo es que no es infrecuente el gazapo. Otro adjetivo que parece haber perdido su número plural en la lengua de los modernos periodistas hispanos es "feliz". Es fácil leer u oír frases del estilo de "...los hombres no necesitamos tantas cosas para ser feliz".

Tanto "mayor" como "feliz" son adjetivos y esta categoría gramatical presenta variación de número y de género aunque en estos dos ejemplos, precisamente, de género, no. Esto exige una concordancia con el nombre al que acompañan, de tal suerte que, si este sustantivo está en plural, el adjetivo debe ir en plural. Por ello, la frase del locutor debió ser: "vamos a ver qué quieren ser los niños de mayores" o "vamos que quieren ser los niños cuando sean mayores".

Todos estos dislates son índice de un hecho que, al menos a mí, me resulta muy preocupante: el del progresivo deterioro de la precisión lingüística motivado, sin duda, por un retroceso creciente del hábito lector, aún entre aquellos que emplean la lengua como su principal herramienta de trabajo. ¿Tendrán la culpa las nuevas tecnologías? No necesariamente, pero no vendría de más hacer el estudio pertinente.






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