lunes, 8 de abril de 2013

En defensa de mi lengua

    Ya lo dije en cierta ocasión en relación con los E.G.B.eos: "¡Dios mío, el día en que estos ocupen puestos de poder y responsabilidad, apañados vamos!" Pues bien, estoy leyendo actualmente un libro cuyo autor y título no voy a decir, porque no me gusta echar fango sobre nadie. El asunto es muy interesante, pero el autor, nacido a finales de los setenta, necesariamente tuvo que haber pasado por la E.G.B. pues a los seis años (de la vida del autor) ya estaba implantado el sistema. Pues bien, ya voy por la página ciento y pico y me he encontrado varios gazapos que, o son suyos, o del impresor. Sea cual fuere el caso, lo cierto es que el que ya ha desbordado el ánfora de mi paciencia ha sido la cofunsión de los verbos hallar y haber. Decir halla (del verbo hallar) cuando se quiere decir haya (del verbo haber) es dislate mayúsculo para alguien dedicado a la literatura. Aun en el caso de que sea yeísta, no es lo mismo hablar que escribir. En este caso yo juego con ventaja porque no soy yeísta, es decir, yo pronuncio la ll. Castellano del Duero para arriba, que se mire como se quiera es el mejor castellano. Cuando se escribe hay que prestar especial cuidado, máxime cuando se quiere publicar. Es como si digo que para hacer arroz con leche es bueno echarle unas rayaduras de cáscara de limón. Pues no, yo el limón lo rallo, no lo rayo, porque maldita cosa adelanto si hago esto último. Dado que acabo de empezar el libro como quien dice, pues es un ladrillo de más de novecientas páginas, es fácil que encuentre más perlas. Las iré exponiendo aquí. ¡Ojalá no encuentre más!

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